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Exterior del colegio de Arahama, en Sendai que sirvió de refugio para salvar a 320 alumnos durante el tsunami que barrió el noreste de Japón en 2011.
Exterior del colegio de Arahama, en Sendai que sirvió de refugio para salvar a 320 alumnos durante el tsunami que barrió el noreste de Japón en 2011.
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EFE/ Antonio Hermosín

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Las lecciones del colegio que salvó a 320 personas del tsunami en Japón

Las olas llegaron hasta el segundo piso del colegio.

El colegio de Arahama sirvió de refugio para salvar a 320 alumnos, profesores y otras personas del tsunami que barrió el noreste de Japón en 2011 y que hoy sigue en pie por su respuesta ejemplar ante una catástrofe de esas proporciones. 

Guiados por los responsables del centro, los alumnos corrieron escaleras arriba hacia la azotea del edificio de cuatro plantas situado en primera línea de costa, después de oír la alerta de tsunami tras el fuerte terremoto de 9,1 grados Ritcher con epicentro frente a la costa de Sendai de aquel fatídico 11 de marzo. 

La monstruosa ola venida del Pacífico engulló centenares de viviendas en el litoral de Arahama y rebasó el segundo piso del colegio, que quedó rodeado por el maremoto pero con sus ocupantes a salvo en la azotea, en contraste con el destino de los más de 18.000 muertos y desaparecidos que dejó la tragedia en la costa nororiental nipona. 

Rescate de película

 Reloj del gimnasio del colegio de Arahama, en Sendai.

"Fue como un enorme muro negro precipitándose hacia nosotros", recuerda Chikako Shouji, una vecina de la zona cuya vivienda, situada entre el colegio y el mar, fue arrasada por completo. 

Shouji logró huir del tsunami por poco tras recoger a su madre de su casa y conducir tierra adentro. Ahora ejerce como voluntaria en el antiguo colegio de Arahama, conservado por las autoridades locales con el fin de instruir sobre desastres naturales. 

"Muchos vecinos decidieron no evacuar después del terremoto, porque a lo largo de la historia muchos han afectado a esta zona, pero nunca en generaciones vimos un tsunami tan terrible. Todos los que se quedaron murieron", relata a Efe. 

Algunos acudieron al centro escolar, uno de los edificios más sólidos y más altos de este barrio frente a la playa. 

Allí se unieron a alumnos que estaban aún en clase o de camino a casa, a quienes se ordenó refugiarse en la azotea por decisión del director del centro, Takao Kawamura. 

"Lo único que podíamos hacer desde allí arriba era esperar y observar cómo el mar se llevaba todo el vecindario por delante", afirma Kawamura en un mensaje conservado en la escuela entre otros recuerdos del aquel día. 

Los evacuados permanecieron en la azotea del colegio hasta 27 horas después del desastre, y emplearon cortinas, cartones y mantas para protegerse del frío, además de alimentarse con provisiones que guardaba el centro para este tipo de situaciones. 

Su rescate tuvo lugar con helicópteros de las tropas niponas y de los bomberos y dejó algunas de las imágenes positivas más espectaculares de los eventos de marzo de 2011. 

Aula del colegio de Arahama, en Sendai (noreste de Japón) que sirvió de refugio para salvar a 320 alumnos, profesores y otras personas del tsunami que barrió el noreste de Japón en 2011.
 

 

Aprender de otras catástrofes

El colegio de Arahama revisó su protocolo de actuación para desastres naturales poco después del fuerte terremoto de Chile de 2010, que también tuvo lugar también frente a la costa de ese país y causó un tsunami. 

En concreto, los responsables del centro escolar decidieron designar la azotea como espacio de evacuación en caso de terremoto ante el riesgo de que se produjera también una ola gigante, en lugar del gimnasio, el área que estaba inicialmente designada con ese fin. 

Esa oportuna decisión, unida a la rápida reacción de la dirección del colegio --la alerta de tsunami sonó menos de diez minutos antes de que golpeara el maremoto-- permitió salvar las vidas de todos los alumnos y los otros evacuados. 

En la escuela aún se pueden ver las marcas de hasta dónde llegó el agua, así como un reloj ubicado precisamente en el gimnasio que quedó parado a las 15.55, la hora exacta en la que el tsunami embistió el inmueble. 

También ayudaron a amortiguar el maremoto los apuntalamientos contra terremotos sobre la antigua estructura del colegio, los muros anti-tsunami y un canal construidos frente al mar en este área antes de 2011. 

Desde entonces, nuevas y mayores barreras de hasta 14,5 metros han sido erigidas y se han mejorado los sistemas de alerta. 

Suerte dispar 

No todos los colegios y otros espacios de evacuación de la prefectura de Miyagi corrieron la misma suerte en 2011. 

Solo en Sendai, un centenar de centros de evacuación fueron arrasados por el tsunami, que dejó un millar de muertos en esa localidad. 

El colegio de Okawa, ubicado al norte de Sendai y a 4 kilómetros del mar, fue escenario de la trágica muerte de 74 niños y 10 profesores que tardaron demasiado en evacuar tras el terremoto. 

Ese centro ha sido reconvertido también en un memorial que abrirá el próximo abril en recuerdo a las víctimas, aunque esta iniciativa no sido bien acogida entre la población local. 

El motivo es el funesto recuerdo que representa el centro y la responsabilidad en la muerte de los alumnos de las autoridades locales y responsables del centro, que fue establecida por un tribunal nipón tras la denuncia de un grupo de familiares.

EFE 

 

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